
Ubisoft lleva mucho tiempo inmersa en una crisis económica, financiera y de imagen que a estas alturas ha alcanzado un carácter casi endémico y que tiene su origen en el desarrollo de videojuegos de presupuestos muy elevados que no alcanzan las expectativas comerciales marcadas.
Skull and Bones, XDefiant o Star Wars Outlaws han sido algunos de sus fracasos más sonados de los últimos años, pero no los únicos. La gravedad de la situación ha llegado a tal punto que algunos de sus accionistas han solicitado la salida de la familia Guillemot y de Tencent, que en el último quinquenio ha realizado inversiones muy importantes en la compañía francesa.
Las pérdidas multimillonarias que ha acumulado recientemente han llevado a que la multinacional haya optado por reducir su plantilla en más de 1.000 trabajadores, así como cerrar estudios en Estados Unidos y Japón.
Pues bien, resulta que con un panorama tan delicado como éste, a Yves Guillemot, co-fundador y CEO de Ubisoft, no se le ha ocurrido nada mejor que nombrar a su hijo Charlie como CEO de su filial estrella. Esta subsidiaria controla franquicias como Assassin’s Creed, Far Cry y Rainbow Six.
Una decisión que, como es comprensible, ha generado un aluvión de críticas por el nepotismo tan obvio que deja traslucir. Especialmente cuando el logro más importante de su hijo hasta la fecha ha sido el lanzamiento de Tom Clancy’s Elite Squad, un juego para teléfonos móviles que fracasó estrepitosamente.
Charlie, por su parte, ha defendido (cómo no) su promoción con el pretexto de que se ha pasado la última década ganando experiencia en Ubisoft, liderando equipos y gestionando marcas en una industria en rápida evolución como es la de los videojuegos.
Pues nada… seguro que a Ubisoft le irá muy bien bajo la sabia batuta de Charlie Guillemot.