
Betelgeuse es una de las estrellas más brillantes del cielo nocturno. También una de las más conocidas. Esta supergigante roja tiene una masa 20 veces mayor que la del Sol, un diámetro de entre 850 y 900 millones de kilómetros y, si estuviese en el centro de nuestro Sistema Solar, sus capas exteriores se extenderían más allá de la órbita de Marte.
Su enorme tamaño, unido al hecho de que se halla a unos 500 años luz de la Tierra, una distancia que en términos astronómicos resulta relativamente corta, la han convertido en una de las estrellas más observadas y estudiadas del firmamento desde hace milenios.
A lo largo de las últimas décadas, algunos científicos habían planteado la hipótesis de que podría formar parte de un sistema binario. Una teoría que ahora se ha demostrado como cierta, después de que la NASA haya comprobado que está acompañada por un astro de menor tamaño que la orbita a muy poca distancia:

Las conjeturas se fundamentaban en las periódicas fluctuaciones en el brillo y la velocidad de Betelgeuse, pero su intenso resplandor hacía casi imposible distinguir de manera directa la presencia de una vecina.
La única manera de hacerlo era aprovechar una ventana de apenas unos meses en la que los modelos teóricos apuntaban que la estrella acompañante, en caso de existir, se encontraría en el punto más alejado de su órbita.
Y eso es lo que, precisamente, ha hecho la NASA. Con la ayuda del telescopio Gemini Norte de Hawái y de una cámara de alta resolución creada por la agencia espacial estadounidense para tal propósito, un equipo de astrofísicos liderados por el profesor Steve Howell, del Centro de Investigación Ames, ha tomado miles de exposiciones de ese sistema estelar.
En las mismas se ha comprobado que la estrella acompañante está situada donde los estudios llevados a cabo previamente apuntaban. Este descubrimiento podría explicar, apunta Howell, los cambios periódicos en el brillo de otras supergigantes rojas que se han descubierto en el transcurso de los últimos años.
Se estima que la órbita de la acompañante, que ha sido bautizada con el nombre de Siwarha, la llevará a alejarse de Betelgeuse otra vez en noviembre de 2027. Será entonces cuando se vuelvan a llevar a cabo observaciones de ambas para tratar de entender la naturaleza de una y otra.
Una curiosidad antes de acabar: científicos de todo el mundo han calculado las consecuencias que podría tener para la Tierra la supernova en que se convertirá Betelgeuse. Las estimaciones actuales apuntan a que la explosión apocalíptica podría ser observada a plena luz del día durante un año y que tendría una luminosidad similar a la de la Luna en cuarto creciente, pero con la particularidad de que estaría concentrada en un punto muy pequeño. Afortunadamente, se descarta que la supernova pueda tener repercusiones negativas para la vida en nuestro planeta.