La galaxia de Andrómeda

La galaxia de Andrómeda, también denominada Messier 31 o NGC 224, es una galaxia espiral barrada que se encuentra a unos 2,5 millones de años luz de nosotros. Con un diámetro de 220.000 años luz, es la más grande y brillante de las galaxias del Grupo Local, del que también forman parte la Vía Láctea y la galaxia del Triángulo.

Observaciones realizadas por el telescopio espacial Spitzer estiman que contiene aproximadamente un billón de estrellas. Un número que supera con mucho a los 400.000 millones que, en el mejor de los casos, se cree que tiene la Vía Láctea.

Con una magnitud aparente de 3,4, es uno de los objetos más brillantes en el cielo nocturno y se puede observar a simple vista en zonas con poca contaminación lumínica. Ello hace que, a diferencia de lo que sucede con otras galaxias, nebulosas o estrellas, no se pueda atribuir a nadie su descubrimiento, puesto que siempre ha estado ahí.

Hecho ese matiz, se considera que el astrónomo persa Abd al-Rahmanal-Sufi fue el primero que, en el año 964, describió de manera formal la galaxia de Andrómeda como «una pequeña nube». Lo hizo en su Libro de las estrellas fijas, un texto astronómico en el que se recoge la posición, magnitud y color de múltiples estrellas.

La galaxia de Andrómeda y la Vía Láctea se acercan a una velocidad aproximada de 110 km/s, y se estima que colisionarán en un plazo de 4.000 ó 5.000 millones de años, dando lugar a una gigantesca galaxia elíptica o lenticular.

La primera fotografía que se tomó de Andrómeda data del 29 de diciembre de 1888, cuando el ingeniero y astrónomo aficionado Isaac Roberts realizó una instantánea de la misma pensando que era una nebulosa que formaba parte de la Vía Láctea.

De hecho, no fue hasta 1925 cuando se zanjó el debate en torno a si era una galaxia o no después de que el astrónomo Edwin Hubble, haciendo uso del telescopio Hooker, descubrió estrellas variables Cefeidas en su interior que le permitieron determinar la distancia a la que se encontraba.

Sus mediciones demostraron que no era un cúmulo de estrellas y gas que se encontraba en la Vía Láctea, como muchos pensaban por entonces, sino una galaxia aparte situada mucho más allá de los confines de la nuestra.

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