La semana pasada se celebró en California la SEMICON West 2006, una conferencia sobre equipamiento tecnológico que reunió a firmas de la talla de ABB, Canon, Hitachi, Lexus, Microsoft, Nikon o Toshiba y en la que Ford y Toyota mostraron sus primeros vehículos híbridos que utilizan hidrógeno junto con motores eléctricos para propulsarse.
La compañía japonesa enseñó un SUV capaz de rodar a velocidades superiores a los 160 Km/h y con una autonomía de 350 Km, unas cifras más que aceptables teniendo en cuenta que nos encontramos ante una tecnología a la que todavía le queda mucho por avanzar. Por su parte, el Focus híbrido que presentó Ford tiene una autonomía similar aunque la velocidad máxima que es capaz de alcanzar supera por poco los 125 Km/h.
Se trata de dos ejemplos que ponen de manifiesto el enorme interés que existe en una parte de la industria automovilística mundial por encontrar un sustituto al petróleo, que según los análisis más fiables podría acabarse en poco más de 50 años.
Mucho antes, en torno al año 2015, se comercializarán los coches basados en hidrógeno. Pero para conseguirlo, previamente se deberán dejar atrás una serie de problemas asociados con esta tecnología, como lo son el hecho de que sea muy difícil de almacenar o que su producción genere muchos residuos.
Y es que la producción del hidrógeno se obtiene combinando metano con agua y calentando el conjunto a 815 grados, un proceso que genera 9,3 Kg de residuos en forma de bióxido de carbono por cada Kg de hidrógeno que se obtiene. Este gas es uno de los causantes del efecto invernadero.
A estos inconvenientes habrá que sumar las inversiones multimillonarias que se deberán acometer para construir las infraestructuras necesarias para transportar el hidrógeno de manera eficiente. Obstáculos todos ellos que presumiblemente se solucionarán con tiempo y dinero.