El tren A Coruña/Vigo-Hendaya, la comunicación férrea del Norte ibérico, ha descarrilado en Villada (Palencia). Seis muertos y 36 heridos. (…) He viajado decenas de veces en él para ir a la universidad. Era el tren de los estudiantes, los que iban a Navarra y al País Vasco. Ahora es también el de los peregrinos que viajan más turistas que creyentes a Compostela. Unos cuantos abarrotaban el convoy siniestrado.
Recuerdo el frío y el olor a mugre. Entrabamos en el tren nada más empezada la tarde y amanecíamos en destino. Unas veces helados como témpanos de páramo castellano. Otras achicharrados -y medio intoxicados- las pocas veces que le ponían una calefacción más siniestra que el más desmejorado de los hornillos. Olía peor que el infierno.
La cafetería era un viejo ferroviario -casi siempre malhumorado- que vendía latas y botellas sacadas de una gran caja llena de hielo. Si te atrevías podías comprar un bocadillo de mierda. Preferíamos las cantinas de las estaciones, a menudo cerradas y siempre sucias, que aquella vieja y mugrienta nevera alojada en un compartimento de segunda clase.
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